“Contra la naturaleza” de Lorraine Daston (Herder, 2020)

Formada en Harvard, Lorraine Daston es directora emérita del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, y se trata de una autora con una larguísima trayectoria en materia de filosofía de la ciencia, con aportaciones interesantes en cuestiones en torno a lo que llamamos Teoría del Conocimiento. 

Una de sus especialidades es la Ilustración y la modernidad, y en este brevísimo ensayo se refleja, aunque no deja de tender puentes sólidos y documentados con la antigüedad griega. Lo que aquí propone Daston es una antropología filosófica; es decir, una investigación sobre la propia condición humana, que apunte a comprender los procesos racionales por los cuales, los seres humanos buscamos valores en la naturaleza y los proyectamos sobre ella. Es decir, por qué todos aquellos filósofos, especialmente durante la modernidad, que han sostenido que en la naturaleza no hay valores (que la naturaleza simplemente es) como el caso de Hume o Kant, han fracasado. 

Y lo han hecho, hasta el punto de que seguimos buscando en la naturaleza un orden armónico o una autoridad para sostener determinados valores, normas morales o puntos de vista. Daston es muy precisa y rigurosa en el uso del lenguaje y en el orden de su exposición, y necesita pocas páginas para desarrollar un análisis basado en una gran clasificación en las tres formas más influyentes de naturaleza (que generan al mismo tiempo formas de anti-naturaleza): las naturalezas específicas (la forma y las propiedades de las cosas), muy vinculada al griego phisis, a la reproducción y el crecimiento; las naturalezas locales, asociadas a un lugar y a la fisonomía y rasgos de un paisaje (y su vínculo con el carácter de los pueblos); y las leyes naturales universales, un orden permanente e igual en todas partes. La ciencia de las específicas es la taxonomía, la de las locales, la ecología, y la de las universales, la mecánica celeste, cuyo prototipo es la ley de la gravitación universal expuesta a finales del XVII por Newton. Aquí es muy interesante cómo Daston explica, en pocas palabras y con gran claridad, cómo el concepto de ley natural cristaliza en ese momento, producto de una mezcla de teología (con la figura de un legislador divino que pone en marcha una maquinaria en la que después no tiene que intervenir), filosofía natural y matemática. En ello fue fundamental, por supuesto, la aportación de Descartes.

Esto es, a grandes rasgos, lo que se describe en los cuatro primeros capítulos. En el quinto, una vez definidas las tres grandes formas de la naturaleza, se describen las respuestas humanas frente a lo que no entra dentro del orden natural: pasiones con un tinte cognitivo, que llevan a Daston a mostrar un estrecho vínculo entre el quebrantamiento del orden natural y el del orden moral. Órdenes que necesitamos para vivir. Porque como describe en el sexto capítulo, lo más terrible para el ser humano es el caos. Aquello que escapa a cualquier orden. Aunque haya una gran diversidad de normas, dependiendo de la diversidad cultural, toda cultura tiene normas por definición; es todo aquello que nos dice cómo deberían ser las cosas, la idea frente a los meros hechos de la realidad. ¿Por qué no nos conformamos con la normatividad y el orden humano, y tenemos que buscar su fundamento en un orden de la naturaleza?, se pregunta Daston. Si la naturaleza es producto de la creación divina, ya tenemos la respuesta. Pero si no, ¿por qué? La respuesta la da Daston en el séptimo capítulo, y en el octavo ofrece sus conclusiones: nuestra propia estructura que hace posible el conocimiento intuitivo del mundo es la que nos lleva a formular analogías basadas en fenómenos de la naturaleza. Es decir, que nuestra razón, la única forma que conocemos, es razón humana dentro de los propios límites de la especie.

Diego Civilotti – 8/04/2021