Benjamín Herreros Ruiz-Valdepeñas es un autor inquieto, médico especializado en medicina interna, medicina legal y forense, licenciado en Filosofía por la UNED, profesor de bioética en la Universidad Europea y en la Complutense de Madrid, y entre otras cosas, ha dirigido dos documentales.
No resulta extraño pues, que salga un libro así de las manos de un perfil como el suyo. Un ensayo que apuesta por un enriquecimiento fruto del diálogo entre filosofía y medicina, partiendo de la premisa de que la división entre ciencias y humanidades es artificial y equivocada, y que ese diálogo en especial lo pone de manifiesto. Por mencionar nombres que sirven de respaldo para la filosofía de la ciencia que fundamenta el texto, Jesús Mosterín, Javier Sádaba y Mario Bunge tienen mucha presencia, manteniendo la voz de cada uno, que no coincide siempre.
Tras la introducción, en la que aborda precisamente esa cuestión a la luz de Las dos culturas, conferencia de Charles Percy Snow en 1959, el libro se estructura en tres partes. En la primera, “Una historia de amor”, se analiza la relación histórica que ha existido entre filosofía y medicina y se ofrece una pequeña bibliografía como propuesta de ampliación, que se irá repitiendo en todos los apartados del ensayo. En la segunda parte, “Medicina para filósofos”, reivindica aplicaciones de la medicina para la filosofía, como base científica, para construir una ética, para modelar el concepto de persona, para comprender mejor la dialéctica cuerpo-alma, o para conocer mejor nuestras decisiones a partir de la neuroética. La tercera parte, “Filosofía para médicos” se basa en la obra homónima de Mario Bunge, para desgranar en qué medida puede servir a un médico la filosofía: para saber qué es un médico y cuál es el objetivo de la medicina, para saber qué es la medicina (“¿un arte, una ciencia, una técnica, una disciplina humanística?”, p.191), para mejorar las decisiones éticas de la medicina, para comprender al enfermo, para detectar problemas y revelar soluciones, para gestionar mejor la muerte en aquellos aspectos ante los cuales la medicina no tiene respuesta.
Así, Herreros pregunta al médico qué filosofía tiene, y al filósofo sobre qué filosofa, “porque la filosofía del médico (la forma de entender el mundo, de afrontar y responder las grandes preguntas y cuestiones humanas) condiciona su ejercicio profesional y porque el filósofo no puede construir su pensar en el aire, tiene filosofar sobre algo y para algo”. Un epílogo sobre el Coronavirus, tratado como urgencia médica y filosófica, cierra el volumen.
Hay que dar la bienvenida a miradas transversales que nos demuestran que el saber es indivisible por naturaleza, si son de rigor como es el caso de este Filosofía y medicina.
Diego Civilotti – 17/03/2022