Una de los retos más difíciles y necesarios en la actualidad es el de fomentar una divulgación de calidad, que no apueste por rebajar o degradar los contenidos, sino por enseñar puentes que permitan cruzar, al que esté dispuesto a poner algo de esfuerzo, al otro lado. Ese es el gran mérito de Lee Smolin en su trabajo, y también en este libro de título provocador.
Lo he explicado en algún episodio, pero lo repetiré las veces que sea necesario. El conocimiento es indivisible por naturaleza y la filosofía está más allá o más acá de la división entre áreas de conocimiento. Especialmente en el caso de la física: ningún filósofo que se considere tal, puede hoy ignorar las implicaciones filosóficas de la física cuántica, teniendo en cuenta el profundo impacto que han producido en el pensamiento y la teoría del conocimiento del siglo XX.
Nunca estaremos suficientemente agradecidos a autores como Lee Smolin, físico formado en Harvard y que ha sido profesor en distintas universidades de prestigio, como la de Yale o la de Pensilvania, por lanzarse a pensar y explicar las implicaciones filosóficos de su trabajo, y además hacerlo de manera sencilla y atractiva, salvando el gran aparato de matemática avanzada que sostiene sus investigaciones, y utilizando palabras e imágenes para expresar fenómenos del mundo cuántico.
“Creo que puedo decir con toda tranquilidad que nadie entiende la mecánica cuántica”. Esta afirmación de Richard Feynman es una de las dos citas, que uno se encuentra al abrir este libro, tan perturbadora como al mismo tiempo reconfortante. Tras ello, el prefacio comienza con una afirmación casi schopenhaueriana: donde el filósofo alemán decía, “mi mundo es mi representación”, Smolin escribe que confundimos “nuestras representaciones del mundo con el mundo en sí mismo”. Un texto brillante y una profunda lección de teoría del conocimiento, donde el autor avanza a través de preguntas: ¿qué es la materia, qué es un átomo, qué es un electrón…? El problema, nos dice Smolin, es que la respuesta más desarrollada a esas preguntas es la física cuántica, que genera muchas más preguntas sin respuesta.
Lo más apasionante, y que este libro describe con brillantez, es que la mecánica cuántica es una teoría incompleta que debe ser superada. El objetivo es dar con una descripción del mundo con sentido a escala atómica, y para ello Smolin quiere deshacer esa imagen de misterio que rodea el mundo cuántico, partiendo de la misma postura metafísica que Einstein (porque como él considera que la mecánica cuántica debe ser superada), pero ampliando su aportación.
El libro se divide en tres grandes bloques: “Una ortodoxia de lo irreal”, “El renacimiento del realismo” y “Más allá de lo cuántico”. Los tres primeros capítulos de la primera parte, nos aportan las armas necesarias para poder comprender después, de forma resumida, las distintas propuestas dentro de la teoría cuántica. A partir de ahí, el recorrido es muy completo, hasta llegar a la tercera parte, donde se exponen los principales intentos de unificar la teoría cuántica con la gravedad y el espacio-tiempo.
No entraré en detalles porque eso implicaría entrar en terminología, y haría parecer el libro menos claro de lo que es: para ser claro en algo, hay que saber mucho de ello, como sabe Smolin. Esta edición además, viene acompañada de un glosario de conceptos muy útil para consultar, por si en algún momento de la lectura nos encontramos con cosas como el Colapso de la función de onda o la Constante de Planck. Y también con una bibliografía muy completa, para seguir investigando y aprendiendo sobre la historia de la física cuántica.
Por último, Smolin, que es un gran científico de nuestra época, ofrece una imagen científica de la ciencia, y no cientifista, como la que tenemos que soportar cada día en los medios de comunicación, en consonancia con el espíritu estrecho de nuestra época: “siempre es de ayuda un cierto sentido de humildad ante los misterios esenciales del mundo, pues aquellos aspectos que conocemos se vuelven aún más misteriosos cuando los examinamos en detalle”. Gracias, profesor Smolin.
Diego Civilotti – 11/03/2021