Edgar Morin es uno de los pensadores destacados del siglo pasado y uno de los más relevantes entre los vivos, en su caso a punto de cumplir los 100 años el próximo 8 de julio. Y el hombre sigue trabajando, sigue escribiendo y sigue pensando el contexto que le rodea.
Entre sus principales aportaciones, podríamos hablar de ofrecer una alternativa a las corrientes dominantes en el mundo académico, del proyecto de repensar la educación desde los años noventa hasta hoy, cuando es uno de los referentes para pensar lo que la UNESCO ha llamado la agenda 2030, y el hecho de ofrecer grandes relatos sobre la situación actual de la humanidad. Pero por encima de todo, su gran aportación es la del llamado “pensamiento complejo”, que para resumirlo en pocas palabras, asume filosóficamente la introducción de la incertidumbre y el azar a partir de la crisis de la física a principios del XX, de tal modo que podamos pensar las implicaciones que esto tiene en nuestra propia noción de conocimiento.
Toda su experiencia la pone al servicio de un último esfuerzo, para publicar Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia traducido en Paidós, con la colaboración de su mujer, la socióloga Sabah Abouessalam, y que salió a la luz el pasado mes de noviembre. La pandemia, como coyuntura histórica actual es, como dice Morin, algo que le sorprende pero al mismo tiempo algo que confirma sus ideas, que han girado en torno a las grandes crisis sociopolíticas y a la propia noción de incertidumbre. Algo la epidemia ha puesto en primer plano en todas sus formas y dimensiones. También ha puesto de manifiesto una crisis de la inteligencia, que Morin diagnostica, recurriendo al pensamiento complejo, capaz de hacer frente a las carencias del conocimiento y el pensamiento durante esta crisis, incapaz de entender las complejidades, obcecado en compartimentar los saberes: lo sanitario, lo económico, lo ecológico, lo nacional y lo mundial.
Las primeras páginas del libro, breve y escrito en un estilo directo y sencillo, se dedican a trazar una síntesis de la trayectoria histórica que nos ha conducido hasta aquí, narrada en primera persona porque Morin vivió todo lo que describe. Comienza con la gripe española porque él fue víctima indirecta de ella. Su madre, que tenía una lesión cardíaca causada por esa epidemia, tenía prohibido tener hijos. De hecho hubo un primer aborto clandestino, pero el segundo intento no funcionó, y nació el pequeño Edgar. El ginecólogo salvó a los dos, pero cuando Morin tenía 9 años, la madre murió a causa de esa lesión cardíaca. Como dice él mismo, “noventa y nueve años más tarde es el coronavirus, descendiente indirecto de la gripe española (H1N1), el que ha venido a proponerme un encuentro que se frustró el día en que nací”.
Tras esa epidemia, Morin sigue adelante atravesando acontecimientos vividos y pensados a la vez, en pocas líneas y a vista de pájaro: la crisis del 29 y la depresión, el ascenso del nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la crisis del comunismo, mayo del 68, la crisis ecológica…
Tras esa introducción, el ensayo se divide en tres capítulos. El primero se titula “Las quince lecciones del coronavirus”: quince lecciones breves pero contundentes sobre distintos ámbitos. El segundo, “Los desafíos del poscoronavirus”, nos habla de ocho desafíos y un peligro (una gran regresión intelectual y política), y por último el tercer capítulo es la parte propositiva, titulada “Cambiar de vía”, donde Morin formula propuestas concretas, como una transformación de una democracia parlamentaria a formas de democracia participativa, y hace un llamamiento a tomar partido y aceptar la apuesta de transformar el mundo.
Da que pensar, francamente, que alguien que ha vivido y pensado todo eso durante tantos años, aún tenga una palabra para la construcción del futuro. No hablo de algo tan etéreo e irracional como la esperanza, sino de la posibilidad de extraer lecciones de lo que nos sucede. Todo nace de la resistencia contra las dos barbaries que identifica: la vieja del odio y la xenofobia; y la nueva del cálculo y el beneficio que somete a todos los valores.
Diego Civilotti – 11/02/2021