“Cuerpos inadecuados” de Antonio Diéguez (Herder, 2021)

Si recuerdas la reciente miniserie Years and years (2019), seguramente recordarás Bethany, la hija de Celeste y Stephen, cuando les confiesa a sus padres: “creo que soy trans. No transexual, sino transhumana”.  

De no ser ficción, sería una predicción excesivamente fantástica para Antonio Diéguez que en este libro presenta las tesis del transhumanismo y refina los propios argumentos para ofrecer réplicas consistentes. La bases del discurso transhumanista están perfectamente definidas en las primeras líneas del libro: “la convicción de que el ser humano está en un soporte inadecuado (su cuerpo biológico, tal como nos ha sido legado por la evolución por selección natural) y que la tecnología puede por fin remediar esa deficiencia”. En este sentido, el transhumanismo considera que ha llegado finalmente la hora de llevar a efecto la separación entre “lo que somos en realidad y de forma más auténtica y el supuesto soporte sobre el que se sustenta y  de deshacerse del soporte corporal biológico, al que no se ve más que como fuente de limitaciones y de sufrimiento”.   

El libro se divide en 6 capítulos donde se abordan los diferentes aspectos de los argumentos transhumanistas. En el primer capítulo se hace referencia a la singularidad, un acontecimiento hipotético que consistiría en el aumento de la inteligencia artificial hasta superar la inteligencia humana y tomar el control, con tanta capacidad constructiva como destructiva (el “reino sin rivales” de la IA es la sobrenaturaleza, en términos orteguianos, de espacios virtuales como el famoso Meta). En él se destaca uno de los grandes defensores de la singularidad, David Chalmers, y su apuesta por una consciencia e identidad preservada en una inmortalidad basada en la descarga de nuestra mente en una máquina. Es decir, en un sistema artificial no orgánico. Diéguez muestra la exagerada atención que esto ha recibido, en base a los resultados de las investigaciones actuales.

En el segundo, Diéguez aborda los anhelos de inmortalidad del transhumanismo mediante biomedicina y nanotecnología, y nos recuerda que ya existen empresas que trabajan en ofrecer una vida de duración indefinida. El tercero es el de mayor sustancia filosófica, porque se dedica plenamente a analizar los supuestos teóricos del transhumanismo, donde el autor apuesta por aprovechar los beneficios de las nuevas tecnologías sin tener por ello que asumir los presupuestos filosóficos de esta corriente. De hecho, por ejemplo, frente al solucionismo tecnológico el autor reivindica la importancia de una ética digital con la misma entidad que una bioética, que tiene un papel importante en el cuarto y especialmente en el quinto capítulo. En el cuarto se amplía el foco del ensayo para discutir el concepto esencialista de la naturaleza humana, y ofrecer argumentos para decidir si una manipulación tecnológica es censurable o no; en el quinto, se hace lo mismo discutiendo la debilidad de los argumentos que apelan a la dignidad humana para oponerse al discurso transhumanista. Finalmente, en el sexto capítulo se abordan las tecnologías de mejoramiento en animales. Un epílogo final hace referencia a la cuestión tras el acontecimiento omnipresente que estamos viviendo: la pandemia de Covid-19, para reivindicar la necesidad de una tecnología que no esté solo al servicio de las élites.  Diéguez ha escrito un libro de gran honestidad intelectual y relevante para cualquier persona que quiera pensar el transhumanismo y su futuro. 

Diego Civilotti – 20/01/2022