“La era de Casandra. Una apología del no saber” de David Casacuberta (UAB, 2021)

La reivindicación de no saber. Así comenzaba este podcast hablando de la genuina actitud socrática y de los diálogos de Platón. Con este libro, volvemos al principio, porque David Casacuberta -brillante filósofo y pensador muy atento a las realidades actuales de nuestra sociedad- hace esa reivindicación desde un lugar diferente, pero recuperando la genuina actitud filosófica que debe dudar y retirar todas las certitudes en las que tanto nos gusta descansar.

El punto de partida es el siguiente: el propio título, asociado a un personaje mitológico que hacía profecías mientras los ciudadanos no creían en ellas, se autodestruye si lo analizamos con calma, y el autor lo coloca en la portada haciendo un uso irónico de la expresión. Casacuberta sostiene que existe, en la actualidad, una tendencia a simplificar y reducir la complejidad de la realidad a un principio. Ya sea desde el optimismo exagerado o desde la mirada apocalíptica, se suele reducir todo a la era de X, que en definitiva no existe. Casandra es, pues, esa tentación de la que nadie está a salvo debido a nuestra condición humana, sedienta de explicaciones y soluciones sencillas.

El texto se organiza en seis capítulos, pero se podría dividir en tres partes. Los primeros tres capítulos analizan las bases teóricas del efecto “Casándrico” con sus implicaciones éticas, sociológicas y epistemológicas; un interludio dedicado al net.art (arte pensado por y para internet) como ejemplo de Casandra y dos capítulos sobre el impacto social de las tecnologías digitales, y un capítulo final que recoge todo. En este, se lleva a cabo una reivindicación de la actitud de no saber, no como apología de la ignorancia o la irracionalidad, sino precisamente para poder observar el mundo desde una nueva perspectiva, por incómoda que resulte, que es la de no saber; no descansar en el hábito, la obviedad o el lenguaje, que es “la base de todo acercamiento filosófico serio” (p.144), ya sea en nuestra tradición o en otras como el pensamiento oriental. Un capítulo que finaliza con una conclusión inspirada en el Tractatus de Wittgenstein, copiando el inicio (“el mundo es todo lo que acaece”) y culminando, tras ofrecer la fórmula de un efecto Casandra, en el siguiente punto: “El no saber es mucho más íntimo que el saber”.

Con todo, son el cuarto y quinto capítulos el corazón del ensayo. Las tecnologías digitales son el campo al que el autor aplica su planteamiento, por su relevancia y porque el impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación es su propio campo de estudio desde hace años. En esos capítulos revisa conceptos como “nuevas tecnologías”, muestra que las tecnologías no tienen una esencia o naturaleza, explica por qué internet no existe como tal, y señala los peligros del solucionismo (la creencia de que cualquier problema humano tiene una solución puramente tecnológica), desde el funcionamiento de los algoritmos de aprendizaje automático (machine learning) y en general desde la IA.

Con su ensayo Creación colectiva (2003) alguien me dijo, con razón, que Casacuberta era un rey Midas de la filosofía, que convertía en oro todo lo que tocaba. En ese caso, dando algunas claves acerca de la figura del creador en la cultura digital. En este, poniendo todas sus herramientas procedentes de la lógica, la filosofía del lenguaje o la filosofía de la ciencia para estudiar con rigor, humor y un estilo ameno, nuestro gran punto débil: el horror a la incertidumbre y la huida hacia el facilismo y el reduccionismo.

Diego Civilotti – 11/11/2021